La derecha, desde el centro derecha hasta la ultra derecha, con todos los matices intermedios, vive tiempos difíciles en el mundo occidental. Luego de una entronización y unicidad mayor a las tres décadas ahora son repudiados por la mayor parte de la población en buena parte del hemisferio. Para las izquierdas, también variopintas, es buen momento de consolidar su razón de ser si quieren convertirse en hegemónicas. Los años venideros serán una batalla relevante, ni por asomo comparable con la Guerra Fría dada una izquierda moderna que debió aprender del pasado y una derecha violenta que no sabe perder.
El planteamiento inicial demanda extensiones enormes para su discusión, imposible en el espacio disponible. Exploremos algunas ideas para no despertar un susto entre las y los afines a las derechas ni alentar sueños de facilidad imposible entre quienes se identifican con las izquierdas.
El fin de la historia (Fukuyama, 1992) fue el decreto del triunfo de la democracia liberal luego de la caída de todo otro sistema político de aquellos tiempos. El periodo conocido como neoliberalismo, un complejo entramado ideológico, social y económico (Brown, 2016) inoculado hasta el razonamiento más profundo de las personas en la sociedad occidental fue la herramienta para consolidar aquella idea hoy en absoluto descrédito: la democracia liberal como triunfante solucionadora de los problemas del mundo.
El rechazo masivo a este modelo hegemónico nunca desapareció, simplemente fue invisibilizado. Sobran los registros fílmicos, ensayísticos, periodísticos y de toda índole que muestran que sucedería lo que hoy vivimos. El resultado final es la destrucción masiva del modelo neoliberal y el abierto rechazo a las derechas. El muestrario es amplio. Registremos momentos recientes.
Francia unió a las izquierdas y al centro del espectro político para arrinconar a la ultraderecha. Ahora buscan hacerse del gobierno de Macron para recular en políticas neoliberales. Inglaterra apostó por los laboristas. El pueblo inglés votó por quienes proponen una democracia social progresista que acabará, según creen los votantes, con las políticas (neoliberales) del partido conservador. Estados Unidos de América se debate entre la ultraderecha de Trump y el centro derecha de Kamala. La moneda está en el aire.
América Latina golpea a las derechas: México, Venezuela, Brasil, Guatemala, Honduras y Colombia los ejemplos más visibles. Una derecha violenta resiste la embestida: Perú, Ecuador, Argentina, Uruguay y Paraguay, por mencionar algunos. Chile está en el limbo.
El enemigo invencible para esa derecha es, además de la soberanía popular, una pareja a conveniencia: Rusia y China. La lenta caída de la potencia estadounidense, el alargamiento de su edad obscura (Berman, 2008) no hace sino dar tiempo al fortalecimiento y la penetración internacional del dúo dinámico ruso-chino. Su crecimiento en América Latina, penetración bajo tierra en Europa Occidental y alianzas con asiáticos y africanos nos indican que falta poco tiempo para que se revele la nueva hegemonía… y está muy lejana al pensamiento de las derechas.
La complejidad es mayor. Nada indicaría que las derechas están dispuestas a perder la partida, ni tendrían porque hacerlo. El problema es el grado de violencia que las caracteriza al momento de anhelar el poder y encontrar la manera de retenerlo o recuperarlo: Nazismo, golpes de estado, fascismo, democracia cristiana, liberalismo económico, populismo de derecha, imperialismo, entre más.
Excelentes y delicados tiempos para quienes gustamos de vivir en un mundo que se mueve.
Comments