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  • Foto del escritorGabriel Zaldívar

Plan C y Plan D

El titular del Poder Ejecutivo comunicó un Plan C: “ningún voto a los conservadores”, una propuesta dramática entre quienes no logran entender lo que está ocurriendo en México y el mundo. El rechazo en las Cámaras del Plan A para reformar la Constitución, y la posterior cancelación del Plan B cerraron la “pinza” de una estrategia política diseñada tiempo atrás.


La historia inició con la crítica sostenida al Instituto Nacional Electoral (INE) desde la conferencia matutina presidencial, secundada por sus afines partidarios y otros críticos de esta institución. Su premisa central es que el INE no es un organismo autónomo sino un club de cuotas y cuates. Las acciones específicas de Lorenzo Córdova, a nombre del INE, terminaron dándole la razón, cuando lo requerido era una estrategia para dar la batalla.

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La iniciativa de reforma constitucional enviada por el Poder Ejecutivo se planteó en el segundo bloque del sexenio a una cámara que no reunía la mayoría calificada para aprobar el Plan A. Muchos lo interpretaron como error político pero, visto el escenario completo, ese era el plan.


Como respuesta, el titular del Ejecutivo buscó reformas a leyes secundarias que fueron aprobadas por mayoría simple. Lo consiguieron… pero un ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) decidió su cancelación. Eso le da vida al Plan C, otro bombazo político, mientras bajo la mesa se opera el Plan D.


Todos cayeron. La población fijó posturas. Las marchas ciudadanas, dos con los apoyadores del INE y dos más convocadas por el Ejecutivo, dejaron claro quién tiene el “músculo” electoral, la capacidad de organización y movilización de votantes, la estructura de cuadros políticos para accionar en momentos electorales, la comunicación directa con organizaciones y grupos de movilización masiva. Adicionalmente, los números de aprobación presidencial y otras encuestas de temas específicos incrementan levemente o se mantienen en los 70 puntos a pesar de la defensa (real o imaginaria) del INE.


Si la estrategia presidencial era desgastar al INE, a la oposición, al Poder Judicial, a la población que está contra su forma de gobierno, a los grupos de poder y a la credibilidad de los medios corporativos, entre otros, lo logró. Quizá el presidente sabía desde un inicio que era una batalla imposible de ganar legalmente pero tal vez hacia allá no apuntaba la estrategia.


El Plan D era el único seguro, el que había que ganar, el que era irremediable, al que nadie podría oponerse: el presidente del INE y otros consejeros culminaban sus funciones y solo era cuestión de esperar el desgaste para llegar hasta ahí.

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La trama que mantuvo al INE en la visión mediática y ciudadana está por concluir, con ganadores y perdedores. Los partidos políticos fueron de nuevo derribados para quedar en cenizas rumbo al 2024.


La perdedora indiscutible es la democracia liberal, está finalmente herida de muerte. Esto no ocurre solo en México sino en muchas partes del planeta y esto fue lo más relevante de la trama alrededor del INE. Es momento de pensar en otras formas de democracia: deliberativa, radical, social y otras variantes; algo que en su carencia de conocimiento y falta de perspectiva algunas mexicanas y algunos mexicanos no están capacitados para entender.

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