El sistema patriarcal que heterosexualiza el mundo sufre afectaciones y cuestiona a un hombre que sustenta el poder, ganado por el uso de la fuerza física y desde donde construyó su idea de superioridad sobre el género femenino.
Este hombre que siempre fue rey, señor feudal, zar, dios, primer ministro o presidente, no se ocupa de cuestionarse ante la facilidad de imponerse por la fuerza. No es pasivo sino activo, para negar así lo femenino.
Provoca, desea y obtiene, se afirma bajo la palabra control de una pareja, de la familia a la que provee para asegurar su continuidad como especie y refrendar su poder en el reinado. Pasivo-activo, masculino-femenino, público-privado, dicotomías aprendidas en esa socialización que establece y extiende categorías para el control de uno sobre la otra.
Nuestro hombre es violento porque es hombre: agrede, impone, limita, pelea, está urgido de probar que es lo que es ¿A quién? a sí mismo, pues no se permite el menor asomo de duda y, peor aún, que en los otros asome un cuestionamiento a su hombría.
No llora, porque los hombres no lloran, esa es la respuesta más clara que invalida cualquier reflexión que cruce otros ámbitos rechazando así su autonomía emocional, vive con los sentimientos encapsulados provocando para sí y para quienes le rodean otros problemas emocionales. Su triunfo es la demostración (¿a quién?) de que es fuerte, rudo, inexpresivo, protector, dispuesto a elevar sus niveles de agresividad para conservar el poder, a no dejarse.
Compite desafiando el riesgo, pelea, asedia, hostiga, viola, comete feminicidios. Aprende el aniquilamiento de la diferencia, actúa sus valores sin cuestionarlos: los de la masculinidad tradicional. Cumple con el rol asignado, perpetúa sus símbolos a través de sus elecciones profesionales, de pareja, de lenguaje, en el ejercicio de su sexualidad. Se ajusta al rol que la moral social tejió en el tiempo.
Pero hay formas distintas de ser y realizarse. Los nuevos masculinos carecen aún de forma, son seres que toman conciencia de sí mismos o las circunstancias los obligan a ello, baste revisar los estudios previos cuyos ejes temáticos van del impacto de la circunstancia económica sobre el funcionamiento del hogar hasta el papel de las tecnologías en la construcción y deconstrucción del género, entre otros.
Con los hogares mexicanos con un mayor número de mujeres proveedoras cada día ¿será que ellas están colaborando en este proceso de construcción de nuevas masculinidades?, ¿si ellas juegan una parte en la perpetuación de la masculinidad tradicional, será que ahora han decidido tomar un rol activo en la trasformación en tanto víctimas de sus productos?
El nuevo masculino cuestiona el patrón anterior de hombría para confirmar la dinamicidad del género, descubre las posibilidades de la complementariedad, es liberado de las profundidades de la virilidad, se relaciona de maneras distintas con su entorno social, está dispuesto al olvido o la ignorancia de los mitos y estereotipos.
El nuevo masculino entiende de la seguridad emocional con los otros más que en el dominio de los otros, al menos, está dispuesto a ensayar nuevas formas de ser hombre, está alcanzando su propia subjetividad, su trascendencia sobre sí mismo.
Comments