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  • Foto del escritorGabriel Zaldívar

Monopolio de la razón

La racionalidad neoliberal (Brown, W., El pueblo sin atributos. 2015), es el paradigma que estructura el pensamiento de las personas nacidas después de 1980, y de muchos que nacieron antes de esa fecha pero cuya preparación intelectual es nula o se encuentra estancada.


Cada etapa del desarrollo del pensamiento puede caracterizarse por una estructura de pensamiento cuya validación y difusión está a cargo del Estado y de sus instituciones de control social: la familia, las instituciones educativas, los grupos religiosos, las empresas y, por supuesto, los medios masivos de información.


Particularmente en el período neoliberal en México (1982 – 2018) el papel de los medios masivos de información, tradicionales y los que la tecnología nos puso al frente, se convirtió en crucial y preponderante sobre las instituciones educativas o religiosas. De la mano de la empresa privada, los medios masivos de información –parte del conglomerado de los privados- hicieron de co-gobierno global-empresarial.

Para lo vivido en México en el período marcado es imposible comprender la razón neoliberal y su monopolización sin analizar el oligopolio de los medios: Televisa, Televisión Azteca, Grupo Imagen, Grupo Reforma, El Universal y, ¡claro!, Facebook, Twitter, Whatsapp, Instagram y otras redes sociales.


Los voceros y voceras de esta estructura de pensamiento fueron “intelectuales”, “comentócratas”, “influencers” y otros que monopolizaron recursos económicos del Estado (nuestros) para difundir “pensamiento a modo”, también monopolizaron relaciones de poder para proyectar talentos útiles y cancelar otros incómodos, se hicieron de cuotas para cuates. Sus nombres y apellidos firman desplegados con diversas intenciones que antes no les conocimos: colocar la narrativa de censura a las ideas, apoyar las luchas feministas, respaldar a los organismos autónomos, entre otras.


En los terrenos del conocimiento científico, éste también fue monopolizado por investigadores e investigadoras que captaban estímulos para turismo académico, reparto de becas, recursos para proyectos de investigación, entre otros dispendios, y cuyos nombres también firman desplegados pero no aparecen en ninguna lista de científicos mexicanos relevantes a nivel mundial.


Ellas y ellos ganaron visibilidad y monopolizaron la razón mediática. Rentaron su pluma, ideas, metodologías y producción científica al mejor postor, para transmitir lo que quienes pagaron deseaban que la gente supiera y callaran lo que no convenía a estos intereses.

Giró la rueda de la fortuna y les fue sustraído el monopolio de la razón y solo entonces supimos que cada historia tenía un lado B.

Ahora sabemos que la Auditoría Superior de la Federación (ASF) hacía un trabajo metodológicamente dudoso, que Félix Salgado Macedonio tenía historias condenables aunque todas y todos lo abrazaban con afecto en el Senado de la República, que Felipe Calderón no es un villano de caricatura, que Grupo Reforma tiene como hija consentida a una integrante de la secta NXIVM, que Rosario Robles o Emilio Lozoya no actuaron solos, que la clase política panista, priísta o morenista, tiene poca lealtad a los partidos y mucha a las posiciones.


Hoy sabemos que estamos frente a dos grupos de poder peleándose el monopolio de la razón, que usan a las clases bajas y medias para defender sus posturas e intereses. La polarización de la sociedad es un fenómeno estructurado por estos dos grupos en disputa por el monopolio de la razón mientras una sociedad incapaz de análisis escribe y se manifiesta por uno u otro mientras muchos pierden o ganan cuotas y cuates.

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