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Foto del escritorGabriel Zaldívar

Vivir en la ficción

Dos hechos recientes exhibieron en su magnitud el tamaño de la mentira histórica de las décadas recientes: la verdad de los 43 asesinados en Ayotzinapa, Guerrero, y el documental del caso Cassez-Vallarta.


La revisión detallada del reporte presentado por Alejandro Encinas, Subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación, en relación a los 43 asesinados en Ayotzinapa, confirma lo que los diferentes grupos organizados en torno al asunto habían repetido una y otra vez: Ayotzinapa fue un crimen de Estado, del Estado representado en aquel momento por Enrique Peña Nieto y quienes le acompañaban.

Periodismo de opinión, Artículos, Profesor, GZ Soy lo que Hago, Gabriel Zaldívar,

Sobre Cassez-Vallarta se presentó un documental que lleva sus nombres amarrados al título del texto escrito por Jorge Volpi (Una novela criminal, Alfaguara, 2018). El hecho que involucra el montaje de Genaro García Luna, apoyado por Carlos Loret de Mola y la sucia mano de Isabel Miranda de Wallace, dio pie a este y otros libros y ahora a un documental exhibido por Netflix, uno de cuyos momentos estelares es la aparición del expresidente francés Nicolás Sarkozy reconociendo en Felipe Calderón a un títere de García Luna.


Ambos hechos del pasado inmediato nos hablan con claridad de un lugar al que ¿nadie? quisiera volver y nos enfrentan a la interrogante sobre el futuro que deseamos.


Con Ayotzinapa y Cassez destaca la conducta de los medios masivos de información y sus gatilleros y la forma en que venden a los mexicanos y las mexicanas miles de mentiras, que aún no han dejado de vender.


Las estructuras mediáticas son corporativos multinacionales controlados por 5 o 6 empresarios, algunos globales y otros locales, cuyos intereses empresariales orillan a la audiencia a pensar algo sobre un hecho específico.

Ejemplos de esto son los dueños del diario Reforma que no quieren que pensemos nada sobre la secta NXIVM, los dueños de Grupo Imagen que no nos quieren inmiscuidos en la operación del sistema carcelario o el dueño de Televisión Azteca que nos quiere contra las políticas recaudatorias del Sistema de Administración Tributaria (SAT).


La población mexicana creyó por varias décadas que los pobres eran pobres “porque querían”, que la comida ultraprocesada era nutritiva, que no existía el racismo y clasismo en la sociedad, que llenar de violencia el espacio informativo era la realidad de todos los rincones del país y que el villano era totalmente villano. Vivimos, porque lo permitimos, en la ficción política, económica y social.


El mundo de los medios de información, tradicionales y ahora tecnológicos, es el mundo de las mentiras, o si lo prefiere, de las verdades a medias. Twitter no es el espacio de la disidencia real, Facebook no da credibilidad ni autoridad y Televisa no logrará que se manifieste La Rosa de Guadalupe. El mundo real posee matices, diversidad y alegría.

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