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  • Foto del escritorGabriel Zaldívar

Marcha del Orgullo LGBT

La Marcha del Orgullo LGBT cumple más de 40 años de llevarse a cabo. Posee un carácter emancipador, antiestatalista o prosociedad civil, es heterogénea, con objetivos y estrategias de acción diferenciados, una estructura organizativa descentralizada y antijerárquica, además de métodos de acción colectiva no convencionales.


La Marcha del Orgullo Gay en México reúne viejas y nuevas generaciones. Los y las asistentes al Gay Pride caminan de la columna del Ángel de la Independencia para llegar, desde 1999, hasta el Zócalo Capitalino.

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Las Marchas del Orgullo Gay más conocidas, por la cobertura mediática de lo que los responsables de informar traducen como espectáculo, por su número de asistentes y origen, son la de San Francisco, Nueva York, Río de Janeiro y Ciudad de México en América, pero también suceden en Europa, Asia, Oceanía y en países cuya tradición religiosa convierte en observable su realización: Jerusalén.


La Marcha es de apariencia festiva, alternativa a cualquier otra movilización, pero compuesto de “aquel sujeto moral y político que habita las sociedades complejas” (Thiebaut, 1998), ansioso de “lograr la visibilidad y con ello lograr un lugar dentro del contexto social, pasar de la clandestinidad a la presencia y con ello construir una ciudadanía con plenos derechos” (List, 2005).


Hombres y mujeres retocan peinados y maquillajes, en tanto otros lucen ajustados pantalones con cortas playeras que permiten la apreciación de moldeados cuerpos cumplidores de los cánones de belleza del siglo XXI. Alguno luce en su playera la leyenda: Tengo derecho a ser yo mismo.


La Marcha resume el trabajo realizado en otras trincheras cuyo objetivo es dejar de ser objeto del discurso del poder y ser sujeto de las trasformaciones demandadas, para recordar y asegurarse de que “nadie sea propietario absoluto del poder, de que éste sea transitorio y sumamente movible” (Ceballos, 1997).


La Marcha es un ejercicio de resistencia de sujetos vistos como objetos que son “la posibilidad de la rebeldía, de la contestación, del autosacrificio, del suicidio, como formas de resistencia y contrapoder por parte de los individuos sometidos a él” (Ceballos, 1997).


La Marcha es una posibilidad de reconocimiento de su derecho de Individuación (Valcárcel, 1998) con quienes comparten un universo simbólico, piedras amontonadas con una historia particular para contar. La Marcha es un triunfo individual sobre sí mismos, sobre la familia y el entorno social.


Las y los participantes se individualizan haciéndose manifiestamente significativos a partir de ideas de sí concretadas en el vestuario, disfraz, gesto, movimiento de caderas, ya no solo ejerciendo sino validando para sí y para los otros el derecho a elegir.

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Cada individuo en La Marcha se hace responsable de sí mismo y relevante a las estructuras de control social, busca una existencia que demanda acciones institucionales para la seguridad de su persona, su derecho a la vida ante los índices de crímenes de odio por homofobia, el reconocimiento legal de la vida en pareja, el derecho a heredar o proteger a la persona con la que se cohabita, la deconstrucción de imaginarios sociales en los discursos políticos, mediáticos y religiosos, el reconocimiento legal para quienes han transformado quirúrgicamente su cuerpo y cosméticamente la apariencia, aseguramiento del derecho a un trabajo que no esté condicionado por la preferencia sexual, continuar con la existencia del propio mundo sin oposición a otras maneras de vivirlo.


El emblema que une en la diferencia, la bandera del arcoiris, está en paraguas, playeras, pantalones cortos, bóxers y tangas, faldas, pulseras, lentes, arillos y ligas que sostienen largas cabelleras de hombres o mujeres que en el colorido dan pista del “grado de integración simbólica” (Reichman, 1994).


Registrada por vez primera en 1978 “del Monumento a los Niños Héroes al Monumento a la Madre, en Sullivan.

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